martes, 4 de agosto de 2009

Para Pensar en Latinoamérica

ESCRIBIR DESDE LA PLACENTA:


EL LUGAR DE CLARICE LISPECTOR EN EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO



El pensamiento de Clarice Lispector en el primer capítulo La pasión según G.H., y en el principio de Agua viva gira en torno a la imposibilidad de reflejar una realidad en el arte. Antes de reflejar una realidad, el arte es una forma de crear realidades que arrojan a otras realidades: “Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de acceder a la realidad.” (Pasión) Esa realidad a la cual se accede a partir de la creación es múltiple, pues no es una verdad en sí misma, como ninguna realidad concebida por Lispector. Puede afirmarse que la realidad del arte es una de las formas como el lenguaje se ordena y se relaciona consigo mismo. En Agua viva se dice: “Te digo: estoy intentando captar la cuarta dimensión del instante-ya […]”, y después, “La palabra es mi cuarta dimensión.” Es plausible afirmar que el arte para Clarice Lispector debe asir lo inasible, esa cuarta dimensión.



Para alcanzar el propósito de asir lo inasible, de captar el instante, Lispector propone en el personaje de Agua viva alimentarse directamente de la placenta para el acto de escritura y de pensamiento. La placenta, como el órgano que media entre la madre y el feto y de donde nace el cordón umbilical, es la metáfora de un término medio del lenguaje que alimenta su anterioridad, su feto. En esa medida, Lispector no busca encontrar un lenguaje artístico maduro, sino llegar a la anterioridad del lenguaje: al principio vital de decir sin buscar un sentido estable. En La pasión según G.H., escribe: “Pero recelo de comenzar a componer para que me pueda entender alguien imaginario, recelo de comenzar a “elaborar” un sentido, con la misma mansa locura que hasta ayer era mi modo sano de encajar en un sistema.” Así, la anterioridad del lenguaje es un modo de subvertirlo.



Cuando subvierte el lenguaje, Lispector puede buscar un “ser”: “¿Cómo explicar que mi mayor miedo esté relacionado precisamente con el ser?” (Pasión) y “Cada cosa tiene un instante en que ella es. Quiero apoderarme del es de la cosa.” (Agua). Pero esa angustia por el ser, por el es de la cosa, no lleva a concebirlo como aquello que es y que permanece, sino como el devenir constante anterior a la naturalización del lenguaje. Un ejemplo de ese estado anterior de la cosa a partir del lenguaje es el del cuento “Devaneo y embriaguez de una muchacha”, en el sentido en que muestra un momento de despersonalización, el cual lleva a la cosa difuminada, sin imagen ni nombre ni naturaleza fijos: “Cada brazo podría ser recorrido por una persona, en la ignorancia de que se trataba de un brazo, y en cada ojo podría sumergirse y nadar sin saber que era un ojo.”



Al escribir desde la placenta, Lispector puede proponer el principio de una búsqueda sin el fin de encontrar algo, sino de perderse en el acto de buscar. Esa búsqueda con la cual inicia La pasión según G.H. es el mero acto de aceptar un lenguaje que no señala los objetos de una realidad, sino que hace perder a las personas en su precisión. Así pues, el lenguaje de la placenta, la cuarta dimensión de Clarice Lispector, es como el ejemplo de la lupa en la oscuridad y en la luz del personaje de La pasión. El lenguaje anterior al lenguaje, donde quiere llegar Lispector, es el simple acto de decir; pero al aparecer y mostrar algo, hace enceguecer a quien lo oye y lo ve.



El lenguaje anterior a su naturalización no es una manera de entender el mundo, sino una forma de relacionarse con este. Esa forma de relacionarse con el mundo puede encontrar su es, pero no para revelarlo a un público necesitado de sentido, sino para cumplir una relación cabal. Sin embargo, esa relación precisa y ajustada entre el lenguaje alimentado por la placenta y el mundo no es una estabilidad, pues el ser del mundo no es una esencia estática, sino un constante devenir. En esa medida, el lenguaje primitivo encuentra múltiples mundos en cada instante del mundo, y los hace próximos y, por su proximidad, densos e incomprensibles.



Semejante concepción del lenguaje llega a ser una forma alternativa de ubicarse en la discusión en torno a la identidad latinoamericana y de su lenguaje. Como el lenguaje alimentado por la placenta no puede asir la esencia del mundo, sino sólo relacionarse con éste, no hay forma de llegar a lo idéntico y estable. Si Lispector pensara en la identidad a partir del lenguaje, la identidad latinoamericana sería performativa e inaprensible.

Noviembre de 2007.

Ns/Nr

Ns/Nr

No sabe, no responde por sus hijos, por sus borracheras. Anoche, en la cancha de tejo, cogió una botella por el cuello, hubiera querido coger por el cuello a Naís cuando le pasó la cuenta en un pedazo de papel periódico grasiento (como el fondo de la canasta de morsilla cuando sólo queda una papa criolla y nadie, qué pena con bustedes, le echa mano pa comérsela), y la golpeó sin soltarla contra una pared y, en medio del devaneo, comenzó a desafiar a sus compañeros. No sabe, no responde: que quién la manda a abrir las piernas y preste para acá una amarga, que gané la mano. Aunque prefiere que en su turno le pongan una de Negrete, se conforma con la voz de Giovanni Ayala… ¡Así es que se tira el tejo, hijueputa! Que se lanza, mano, que se lanza, ¿no le da pena con doña Naís? No sabe, no responde; entre broma y broma un sorbo y carcajadas. Pero mañana madruga a cumplir la cita de alimentos: que vayan a rastrojiar, a ganarse la papa o que se dejen morir de hambre, porque a mí ni pa sostenerme me alcanza. ¡Mecha! No sabe, no responde: pero para el tejo sí le alcanza, quién la totió, mucho berriondo, yo no estoy hablando con usted; pues le regalo los chinos si tanto le gustan. No sabe, no responde, tal vez a nadie le importan ese par de langarutos y la muy malparida de la fiscal mañana comida de lo puro indignada, como si supiera, al menos, cómo se llaman esos dos. Se la imaginaba (tenía que ser una de esas viejas estiradas) mirándolo por encima de las gafas y leyendo el nombre de los niños. El problema era que, en esos momentos, ni él se acordaba de cómo se llamaban. ¿Carlos, Yeison, Leonardo, Braulio? ¿Se encachó, Braulio? ¡Buena, mano! Anoche estaba seguro de que iba a ganar la partida: su amigo Braulio estaba muy bien de pulso y él casi siempre ganaba la mano. Pero esos chinos no se llamaban ni Carlos ni Yeison ni Leonardo ni Braulio. Yo ni los conozco. No sabe, no responde; apenas tiene un recuerdo borroso de la desnudez de Nelly, esa de la que, aún anoche, se jactaba. No sabe, no responde si fue la cuenta o si el escarnio del que anoche, antes de romper la botella contra una pared, fue víctima. Pero amenazaba impetuosamente a sus compañeros, sin importarle las heridas de sus manos. No sabe, no responde: debía tenerlas dormidas; llevaba toda la tarde jugando. Y nada que ganaba, porque prefería jugar tejo oyendo las rancheras de Negrete, pero Naís (vaya usted a saber si era tocaya de la fiscal que lo citó) estaba muy contenta con el disco que le regaló Fabián. Anhelaba haber quedado eunuco cuando lo mordió, todavía chinche, el ternero; pero sólo le quitaron una. O, mejor, ahora que salga busco a los chinos y los arreglo a chuzo. No sabe, no responde, de paso también nos arregla si pierde, se reían, lo tocaban, salían corriendo, hacían mecha y lo desdeñaban sus compañeros. Y eso que sus hijos no se llamaban, ni tenían más cara que las piernas, el cuerpo, los gestos de Nelly. Y casi no se encacha Braulio: eso es buen anuncio. No sabe, no responde o, a lo mejor, ni se acuerda de cuándo le llegó la citación. Ayer, antes de salir del rancho, encontró el papel y le pidió a un vecino que se lo leyera. Había comenzado mal el día, pero seguro le iba bien en la cancha. Y, sin haber tocado el piso de la tienda, comenzó a sentir las burlas, las miradas. Seguramente Naís era la fiscal del pueblo, y hoy no le perdonaría la cuenta. ¿Y ese disco tan malo? Que se lo había dado Fabián y que si no le gustaba, se fuera. Yo me pido a Braulio, a los otros les doy botella y no se meta, mano, que lo daño. Y rompió una botella y se rehusó a pagar la cuenta, a regalarle la plata a los chinos, y le sacó un ojo a Milton (que apenas podía contener la risa) y salió corriendo. No sabe, no responde por qué lo encontraron al lado de la carretera con dos papeles en la mano y con las venas tasajeadas.

Noviembre de 2008.